
Mis amigos son unos atorrantes,
se exhiben sin pudor, beben a morro,
se pasan las consignas por el forro
se mofan de cuestiones importantes
Joan Manuel Serrat
...y tenia que ser este querido catalán quien nos mostrara que este idioma sudaca que hablamos, es también el idioma oficial de España (que no el único sino uno de los 6 o 7). Que su uso está tan difundido y popularizado que una palabra sudaca como atorrante, no solo no es extraña en el país que se cree dueño de este idioma, sino que su poesía popular la difunde.
La historia de los "atorrantes del mundo" nace en Buenos Aires a fines del siglo XIX.
Corrían las dos últimas décadas de aquel siglo cuando a la Argentina (y otros países de sudaquia) llegaban oleadas de europeos hambreados. No era un fenómeno nuevo, ya era la tercera o cuarta de esas oleadas. Aquí no solo eran bienvenidos, sino que se hacía lo posible para que esas llegadas fueran tan ordenadas como se pudiera. Existía un hotel gratuito para alojarlos durante un tiempo, hasta que se ubicaran laboralmente y eso les permitiera el alquiler de una casa o departamento y cosas por el estilo. Además recibían atención medica gratuita y desde el primer día los niños asistían a la educación laica, popular y gratuita.
Lamentablemente los sudacas que emigraron a Europa, no pueden contar historias similares.
Sin embargo, en aquella oportunidad, (como en varias) la oleada era tan grande que no podía ser contenida por la organización estatal. No alcanzaba ni el espacio creado, ni las aulas, ni los médicos, ni las fuentes laborales para todos.
Desde principio de 1880, en Bs As había comenzado el entubamiento de varios arroyos (Granados, Matorras, Manso y otros) Ya se veía que la ciudad crecería mucho más y más rápido de lo imaginado por gobiernos anteriores y eso obligaba a dicha obra con celeridad. Las veredas de algunas avenidas eran el depósito natural para esos tubos de hormigón que se iban fabricando y colocando en el cauce de los arroyos, para luego ser cubiertos por tierra que se compactaría y edificaría.
Así fue, que estos europeos hambreados, que llegaban como hormigas en barcos de todo tipo, comenzaron a habitar los caños, a los que ponían dos cortinas (una a cada extremo) y convertían en su casa temporal, a falta de espacio en los hoteles de inmigrantes de La Boca, Caseros y otros.
Los porteños veían aquello con cierta curiosidad. Polacos, alemanes, ingleses, italianos, españoles, franceses, se apiñaban en veredas llenas de caños, haciendo de la ciudad una Babel de idiomas. Lógicamente, en esta oleada se tardó varios años en ubicar a tanta gente, que mientras tanto habitó los caños que fabricaba la empresa argentina "A. Torrant". Ese nombre estaba grabado en el hormigón a ambos lados de cada caño y sus ocupantes no siempre fueron "buenas personas". De hecho la necesidad los convirtió en ladronzuelos de poca monta, algunas mujeres pronto se prostituyeron, otros aceptaban cualquier tarea para no delinquir y mentían diciendo que estaban capacitados para ellas...... Es decir, fueron los primeros "atorrantes", que es la manera que los argentinos encontramos de llamar a los habitantes de los caños de la empresa "A. Torrant"
No volverá a pasar. Aunque la realidad amerita próximas oleadas similares, los argentinos hemos perdido la ingenuidad después de tanta historia y, francamente no creo que volvamos a ser tan atentos con quienes expulsaron, maltrataron, ningunearon y hasta fumigaron (literalmete) al bajar de los aviones a los sudacas que creyeron que la vieja macaca de Europa conservaba la memoria.
La historia de los "atorrantes del mundo" nace en Buenos Aires a fines del siglo XIX.
Corrían las dos últimas décadas de aquel siglo cuando a la Argentina (y otros países de sudaquia) llegaban oleadas de europeos hambreados. No era un fenómeno nuevo, ya era la tercera o cuarta de esas oleadas. Aquí no solo eran bienvenidos, sino que se hacía lo posible para que esas llegadas fueran tan ordenadas como se pudiera. Existía un hotel gratuito para alojarlos durante un tiempo, hasta que se ubicaran laboralmente y eso les permitiera el alquiler de una casa o departamento y cosas por el estilo. Además recibían atención medica gratuita y desde el primer día los niños asistían a la educación laica, popular y gratuita.
Lamentablemente los sudacas que emigraron a Europa, no pueden contar historias similares.
Sin embargo, en aquella oportunidad, (como en varias) la oleada era tan grande que no podía ser contenida por la organización estatal. No alcanzaba ni el espacio creado, ni las aulas, ni los médicos, ni las fuentes laborales para todos.
Desde principio de 1880, en Bs As había comenzado el entubamiento de varios arroyos (Granados, Matorras, Manso y otros) Ya se veía que la ciudad crecería mucho más y más rápido de lo imaginado por gobiernos anteriores y eso obligaba a dicha obra con celeridad. Las veredas de algunas avenidas eran el depósito natural para esos tubos de hormigón que se iban fabricando y colocando en el cauce de los arroyos, para luego ser cubiertos por tierra que se compactaría y edificaría.
Así fue, que estos europeos hambreados, que llegaban como hormigas en barcos de todo tipo, comenzaron a habitar los caños, a los que ponían dos cortinas (una a cada extremo) y convertían en su casa temporal, a falta de espacio en los hoteles de inmigrantes de La Boca, Caseros y otros.
Los porteños veían aquello con cierta curiosidad. Polacos, alemanes, ingleses, italianos, españoles, franceses, se apiñaban en veredas llenas de caños, haciendo de la ciudad una Babel de idiomas. Lógicamente, en esta oleada se tardó varios años en ubicar a tanta gente, que mientras tanto habitó los caños que fabricaba la empresa argentina "A. Torrant". Ese nombre estaba grabado en el hormigón a ambos lados de cada caño y sus ocupantes no siempre fueron "buenas personas". De hecho la necesidad los convirtió en ladronzuelos de poca monta, algunas mujeres pronto se prostituyeron, otros aceptaban cualquier tarea para no delinquir y mentían diciendo que estaban capacitados para ellas...... Es decir, fueron los primeros "atorrantes", que es la manera que los argentinos encontramos de llamar a los habitantes de los caños de la empresa "A. Torrant"
No volverá a pasar. Aunque la realidad amerita próximas oleadas similares, los argentinos hemos perdido la ingenuidad después de tanta historia y, francamente no creo que volvamos a ser tan atentos con quienes expulsaron, maltrataron, ningunearon y hasta fumigaron (literalmete) al bajar de los aviones a los sudacas que creyeron que la vieja macaca de Europa conservaba la memoria.