
socialismo / neo liberalismo / new age
Cuando éramos socialistas (los que de verdad lo éramos) asumíamos como propio cualquier problema. Todos los problemas eran mí problema. Esa lógica es simple y fácilmente comprensible para la gente de cierta edad. Los que vivimos lo suficiente como para haber sido socialistas en una época en la que en Argentina eso era de lo más común. Se podría resumir más o menos de la siguiente manera: Si a muchos les va mal en algo (lo que constituye el problema en cuestión) pronto me irá mal a mí (por una cuestión de tendencias que hoy las estadísticas explican muy bien). Así, todo problema es mí problema.
El neoliberalismo liberalizó muchas cosas, pero nada quedó tan libre como las conciencias. Aquel cuestionamiento del problema social, requería una cierta conciencia social, a veces difícil de sobrellevar. Con la conducta neoliberal no desapareció ningún problema, muy por el contrario se crearon muchos nuevos. La diferencia fundamental era que ahora cada problema tenía su propio dueño (¿aquello de las privatizaciones? ¡Tanto se impuso lo privado por sobre lo público!). Así, si Juan tiene hambre, Juan tiene un problema. Yo, que todavía como, no. Si Jorge se quedó sin trabajo, Jorge tiene un problema. Yo, que todavía cobro un sueldo, no. Si a Enrique le desvalijaron la casa, Enrique tiene un problema. Yo que tengo guardia privada, un perro malo, y sistema de alarmas, no. Es más, nunca le voy a contar que Jorge y Juan encontraron una solución parcial a sus respectivos problemas, desvalijándole la casa con la complacencia de la empresa de seguridad, a la que él nunca se quiso asociar y que cuida mi casa. Y no se lo voy a contar por dos razones: Primero que no es mi problema, segundo, que yo seré cualquier cosa, pero nunca fui un botón.
Lo que llegó para solucionar todos los problemas es la new age, que, a grandes rasgos, consiste en ser lo suficientemente pelotudo como para no ver el problema. Además todo se arregla con una fórmula mágica: “¡Dejá que las cosas pasen!”. Y resulta que los que pudimos vivir las tres etapas, aprendimos que lo que pasa, cuando dejamos que las cosas pasen, es que pasan como le conviene al que hace que las cosas pasen. Y claro, las cosas pasan como él quiere, aunque eso produzca mi problema, tu problema, nuestro problema que hace mucho debimos aprender que es todo el mismo y es uno solo: la incapacidad para asumir que el problema de cada uno es el problema de todos.
Por suerte, los pocos que seguimos siendo socialistas de verdad (por lo que no integramos un partido con ese nombre), hoy podemos ver el reverdecimiento del concepto de “el problema” y sonreímos complacidos advirtiendo como los pueblos latinoamericanos, después de la noche neoliberal, vamos recomponiendo un tejido social, un objetivo común y más temprano que tarde (antes que acaben de “sacarnos el jugo” o "el alma roja") le daremos solución haciendo que las cosas pasen, del modo que nos conviene a todos.