martes, 4 de enero de 2011

La planta de la verdad

Un cuentito

Hubo un tiempo en que los tréboles tenían tres hojas, por eso recibían ese nombre. Pero por ese tiempo y por muchos años, varios grupos de investigadores, financiados por las multinacionales del agro, se pusieron a investigar la genética de los vegetales. De todos los vegetales (o casi)

En ese tiempo era tan pero tan raro encontrar un trébol de cuatro hojas, que se consideraba que quien lo hallara seria una persona muy afortunada el resto de su vida. Es mas, al trébol de cuatro hojas le llamaban “planta de la suerte”.

Buscando quien sabe que característica genética, un grupo de investigadores halló el gen que hacía que algunos tréboles, quizás uno de cada 10 o 100 millones de ejemplares, produjera esa rara mutación que le daba hojas divididas en cuatro folíolos en lugar de tres. En principio, ese hallazgo no sirvió de nada. Estaban buscando cosas mas importantes, capaces de “salvar a la humanidad del hambre” y a las multinacionales de la pobreza. Cosas que permitieran convertir en rústicas malezas, los vegetales con mas demanda en el mercado mundial de alimentos. Así nacieron los cultivos transgénicos, capaces de producir más, bajo cualquier condición, soportando fumigaciones que eliminaban cualquier cosa que no sea ese cultivo de diseño, incluso pobladores indeseables que se quejaran por cosas tan pequeñas como su calidad de vida, su salud o las pequeñas producciones que habían mantenido por siglos la economía de cada región del planeta.

Pero un día, cuando la producción de alimento alcanzó para todos los sobrevivientes y las nuevas tecnologías genéticas garantizaron que así seguiría siendo indefinidamente, un técnico de laboratorio que ordenaba documentos de investigaciones antiguas, encontró el archivo donde se detallaba la posición exacta del gen capaz de manipular la cantidad de folíolos de un trébol. Hasta entonces casi todos los tréboles seguían teniendo tres hojas y su nombre tenía sentido. A este señor se le ocurrió una brillante idea. Mas bien una idea bastante lucrativa, que la firma para la que trabajaba, financió inmediatamente. Si se producían semillas de tréboles de cuatro hojas para el mercado de ornamentales y dado que la mayoría de la población seguía atada a miles de supersticiones, todos querrían una maceta de esa “planta de la suerte”, lo que le garantizaba un promisorio mercado por mucho tiempo.

Así lo hicieron y en pocos años todos los viveros del mundo comercializaban macetitas con estos extraños y muy demandados tréboles de cuatro hojas.

En poco más de tres décadas el negocio había sido más fabuloso que el de los cereales y esta firma originalmente dedicada a los cultivos extensivos se convirtió en proveedora exclusiva de todos los cultivos de ornamentales del mundo. Casi todos los iniciadores de ese lucrativo negocio ya habían muerto de viejos. Felices e inundados por las fortunas más honestas que jamás creyeron posible.

Lo extraño fue que la gente siguió llamando tréboles a estas plantas de cuatro y no tres hojas.

Entre la cuarta y la quinta década, el cultivo empezó a perder interés, porque no sólo todos los habitantes del planeta habían comprado su macetita, sino que además la plantita, demostró ser más adaptable que su versión original y se asilvestró en casi todos los climas.

Entre las sexta y séptima década, ya casi nadie recordaba que alguna vez, los tréboles tubieron tres hojas. Y tampoco encontraban sentido alguno para su nombre.

Pocos hombres tenían ese dato archivado en la memoria, en una humanidad que poco a poco se fue volviendo exclusivamente urbana.

Uno de ellos, que hacia casi 100 años ya, había nacido en el campo, estaba un día pasando una tarde con su bisnieta de 5 años en un parque, cuando la nena corrió feliz hacia él con una tierna hoja en su mano.

-Bisa!!!! Bisa!!! – gritaba la nena a quien sus abuelos impedían que le llame abuelo.

-Bisaaa!!! Mira lo que encontré.

El anciano vió lo que la nena le trajo y con los ojos húmedos la miró tiernamente mientras le dijo

-Sos una niña muy afortunada, haz encontrado la planta de la verdad.

Desde entonces, los extraños tréboles de tres hojas, son la “planta de la verdad”, y les cuesta reproducirse y colonizar el territorio que alguna vez fue suyo. Pero poco a poco, lo están consiguiendo. Claro que tampoco existe un mercado ávido de conseguirla, cuidarla y reproducirla, pero como sus competidores también perdieron interés, algún día lo logrará.

1 comentario:

  1. ¡Que metafora genial sobre la verdad y la mentira en la que vivimos!

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