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domingo, 30 de enero de 2011

Identidades y diversidades


Pareciera que identidad fuera un concepto opuesto a diversidad. De hecho, aquello que le da identidad a un grupo, es lo que ese grupo comparte y tiene de igual y a la vez, le permite distinguirse, ser distinto, (concepto de diversidad) de otros grupos.
Sin embargo me permitiré relativizar estas definiciones fácilmente aceptables.


En paises extremadamente extensos y relativamente poco poblados como la mayoria de los de latinoamerica, curiosamente existe cierta identidad cultural que nos auna. Por ejemplo, cada vez es mas fácil verificar la existencia de una "argentinidad" ya que todos compartimos un conjunto de cosas prácticas o abstractas. Desde Jujuy hasta la Tierra del Fuego, casi todos tomamos mate (La ancestral y guaranítica infusion de nuestra yerba mate). Desde la cordillera hasta el mar, casi todos queremos comer un "asadito" los domingos. Desde la selva Misionera hasta la Patagonia, casi todos disfrutamos del futbol y pertenecemos a la "inchada" de algún equipo. Es más, este último razgo cultural es compartido desde la Patagonia hasta Méjico. De hecho, es mas fácil que un argentino se entienda con un mejicano (14000 Km de territorio mediante) que un catalán con un vasco (su vecino) o que un boloñés con un romagnolo (otros vecinos).
Justamente esta comparación permite hacer la relativización que quiero:
En Europa fracasó la constitución porque cada pueblo, tiene una fuerte identidad y son muy diversos entre si. Más que eso, en muchos casos sus culturas se basan en conceptos opuestos y hasta tienen un larguísimo legado de enfrentamientos, enemistades y guerras a pesar de compartir un pequeñísimo territorio (o tal vez por eso). Ellos son una ensalada, estan todos en la misma "fuente", pero cada uno sigue siendo lo que es, y lo que siempre fue, no hay identidad en esa ensalada, solo hay diversidad y el sabor de cada componente se mantiene distinto al de los otros. Esto es tan pero tan así, que aún hoy, en Italia es muy difícil un matrimonio entre un napolitano y una boloñesa o anconitana. El norte y el sur, son irreconciliables. No solo enemigos, sino también distintos, no pueden compartir intereses como para formar una pareja.

Por otro lado, los latinoamericanos, somos una especie de sopa. Aquí, la inmensidad de los territorios se tragó las identidades distintas y esta pariendo una mas o menos homogénea, donde cada parte ha adquirido un poco del sabor de la otra. De hecho polacos o árabes o alemanes, han formado pareja y criado descendencia, con guaraníes o mocovíes, tanto en Misiones como en Santa Fe u otras provincias. El poeta Julio Minio lo rescata cuando pone en la boca de San Francisco Javier la frase "mucho indiecito rubio", en una imaginaria recorrida del santo indio por los pagos en la actualidad. Nuestra historia fue tan distinta de la europea, que cuando se liberó a la esclavitud de origen africano, no fueron pocos los casos donde el esclavo o la esclava se casó con el amo o la ama. El litoral del Paraná esta lleno de estas historias.
Aún los que hoy somos hijos de europeos, es decir, los que en pleno S XXI, somos primera generación en América, no escapamos a esta sopa, porque está presente en la cultura de la que formamos parte y nos da esta identidad tan rica, compleja y en permanente construcción. Somos un modelo de identidad no acabado, que no se opone al concepto de diversidad y tal vez, un camino de eterna construcción, con un horizonte siempre inalcanzable sea el meollo de nuestra identidad.

Si es así, no puedo menos que estar orgulloso de ello.

Por lo pronto, en este esfuerzo por comprendernos, alcanzo a vislumbrar una diferencia de base entre europeidad y latinoamericanidad y es que aquí, el concepto de diversidad no se opone al de identidad. Hemos comenzado el camino de ser un pueblo, con características diversas, pero un solo pueblo. Tal vez, la tolerancia sea una de las claves.

Por historia e idiosincarcia, algunos de nuestros pueblos del sur, han avanzado mas que otros sobre este razgo y lógicamente las capitales, son siempre mas reaccionarias y conservadoras que las provincias por la influencia que en ellas ejercen el capital, el marketing y otras lindezas que llegan del norte y los medios implantan, pero creo que el camino ya fue marcado y el horizonte elegido.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Eso que llamamos Naturaleza


Cuando decimos naturaleza, podemos estar hablando de muy distintas cosas. Podemos referirnos a la naturaleza de seres, objetos, materiales, etc. Esto habla de todo aquello que les da entidad. Es decir lo que es intrínseco a cada una de esas realidades. Por Ej.: lo que es parte de la naturaleza de una forma, es todo aquello que le da esa identidad, que no es igual para un cubo que para una esfera ni para alguna mucho más compleja que se componga de muchas otras. Lo mismo pasa con las naturalezas (identidades) de los colores, texturas, materiales, etc. Es decir, confundimos naturaleza con identidad. Esta confusión no deja de ser, como mínimo, interesante. (si natura es el origen de todo, es allí donde residen todas las identidades)

También, hacemos referencia a la identidad diciendo naturaleza cuando hablamos de las características de un vegetal, animal o persona. Existen un conjunto de datos, que hacen que cada una sea lo que es y esto compone “su naturaleza”. Casi inconscientemente utilizo la palabra “compone” ya que sin lugar a dudas cada cosa y cada ser es precisamente eso: una composición. Es más, el conjunto de seres o cosas también es una composición, ya que todo existe simultáneamente y vinculado al resto de la realidad. Esa gran realidad que nos rodea, también nos condiciona y condiciona a cada ser o cosa, ya que no tenemos más remedio que coexistir y este conjunto de condicionamientos también compone, como un hilo invisible que relaciona todo.

Pero, cuando decimos naturaleza para referirnos al conjunto de seres y cosas “ajenos” a las culturas humanas, (es decir, el paisaje de aquellas colinas o esta llanura, eso que ocurre en los bañados de un río o en aquella isla lejana) nos equivocamos. Cometemos un grave error conceptual con consecuencias nefastas al llamar naturaleza a esto que pretendemos, que libremente evoluciona como si estuviera al margen de las conductas y acciones (éticas) humanas; como si ese hilo invisible no pudiera enhebrarlas.

Claro que verlo así, no deja de tener la ventaja de mantenernos al margen de las “catástrofes naturales”. Así es como no podemos sentirnos responsables de la erupción de un volcán o de un terremoto y nos separa de las responsabilidades por tormentas o inundaciones, poniendo a todo esto en una especie de designio divino o incomprensibles caprichos de lo que erróneamente insistimos en llamar naturaleza.

Me pregunto ¿No nos pone esto en igual nivel de ingenuidad que aquel hombre primitivo que adoraba al trueno como a un dios por no poder comprenderlo? ¿No estamos “algo grandes” ya para seguir cometiendo la misma ingenuidad?

Hoy, cuando ya es in disimulable que la Antártida se derrite, que las corrientes oceánicas cambian de dirección modificando climas en todo el planeta, que el Amazonas ya no retiene toda el agua que la tierra necesita ni produce la cantidad necesaria de oxígeno ¿A quién beneficia este antiguo, ingenuo y nocivo concepto de naturaleza?

Si, claro, no quiero caer en la ingenuidad de creer que no existe algún beneficiario. Hay empresas japonesas que “capturan” los témpanos que se desprenden de la Antártida (se trata del agua más pura que contiene el planeta) y comercializan el agua resultante. También están los intereses ganaderos y papeleros en el Amazonas por parte de empresas de los EU. Sin embargo ¿Seremos ingenuos quienes sostenemos la ingenuidad de este concepto de naturaleza? O ¿Serán ingenuos quienes insisten en él?

Cuando el aire sea irrespirable (sabemos que en gran medida ya lo es), el agua imbebible, etc. lo será para todos. Incluidos aquellos momentáneos beneficiarios que cometen la ingenuidad de creer que no van a vivir las catástrofes “naturales” que ya están viviendo.