Somos como el territorio que habitamos
Si, tal vez suene curioso o rebuscado, pero lo somos. Se me ocurre demostrarlo con un ejemplo que todos vamos a entender:
Ancona, en Italia es una ciudad rica, capital de una región en la que se implanta una de las cuencas lecheras mas importantes de Europa. Así, la riqueza de sus habitantes proviene directa o indirectamente de la producción de lácteos, principalmente quesos. Conozco el tema porque soy hijo de un anconetano y parte de mi familia aún vive ahí, sencillamente nunca se vinieron.
Pero...¿Cómo llega un gringo de Ancona a producir un queso?
A pesar que los valles de la región tienen un clima templado frio ideal para esa producción y su proximidad al mar los dota de una humedad adecuada a la que las montañas no dejan escapar, en esos valles no hay suelo.
No existe eso que a nosotros nos parece tan común y esta siempre bajo nuestras suelas o bajo las baldosas y llamamos tierra o mas propiamente suelo. Allí, solo hay piedra.
Por lo tanto, para que un gringo llegue a su tan ansiado queso, debe empezar por moler la piedra, como un presidiario condenado a trabajos forzados, ni mas ni menos. Cuando logró molerla a un tamaño o granulometría de arena, la mezclará con pasto seco y bosta que comprará.
¡Claro que los comprará! porque si allí no hay suelo, tampoco hay pasto (otra cosa muy común entre nosotros, cuyo justo valor no reconocemos) y comprará la bosta, porque quien la tiene cría un animal que come pasto y para llegar hasta la bosta (un subproducto muy apreciado) hay que pasar por un largo tiempo de trabajos muy duros. Recién cuando la mezcla de arena, bosta y pasto haya fermentado apropiadamente, nuestro pobre gringo podrá sembrar unas semillas que producirán el pasto que le permitirá alimentar una vaca. Cuando la vaca, si todo sale bien hasta aquí, haya crecido lo suficiente, le pagará a algún vecino para que la sirva su toro, y así preñada, empiece a producir sus primeras leches. Después de varios ensayos y cuando el ternero este compitiendo seriamente con las ansias de queso del nuestro gringo, habrá logrado cuajar la leche con la bacteria adecuada y el primer queso estará en camino, madurando al abrigo de un sótano fresco.
Ahora ya pasaron 4 o 5 años desde que este italiano empezó a moler la piedra y como todo le salió bien, es decir, no hubo ni sequías ni inundaciones, ni se enfermó la vaca ni su ternero (lo que hubiera arruinado al gringo o retrasado sus planes) ahí esta el tipo, orgulloso con su primer queso bajo el brazo.
¡Andá y pedíle una feta! ¿Creés que por algún motivo lo va a cortar para compartir con alguien? A sus pies morirán de hambre mil africanos y mil niños sudacas sin que a él se le mueva un pelo. Nada va a impedirle vender bien caro su queso o, en el peor de los casos compartirlo con su propia familia, aunque ellos tengan otras cosas que comer.
Se va entendiendo la idea?.....
¡No se le puede pedir generosidad o solidaridad a ese gringo! Como a ningún europeo. Porque habitan un territorio pobre y mezquino, totalmente incapaz de dar algo voluntariamente, al que hay que sacarle por la fuerza lo poco que es capaz de entregar.
Somos como el territorio que habitamos. Será por eso que los santafesinos somos un poco líquidos en nuestras decisiones y nuestras acciones, nos dejamos llevar fácil y lentamente por la corriente.
Los que crecen en un territorio mezquino y desarrollan su cultura y sus sociedades con esfuerzo y mezquindad, o aprenden a robar lo que necesitan en otros territorios mas generosos o son indefectiblemente egoístas como el territorio que habitan. Así, mucho gringo muerto de hambre vino a saciarla en nuestros generosos suelos y nosotros somos un poco raros, porque somos sus hijos o nietos y todavía no aprendimos a entender que acá no hace falta tanto esfuerzo, tanto egoísmo y tanta mezquindad.
Pero se nos metió el río en la venas y lo amamos como nativos y lo odiamos como los europeos de la conquista que nunca lo entendieron.
En realidad nosotros recién estamos aprendiendo a ser como el territorio que habitamos y recién cuando hayamos comprendido que el río no es un enemigo y que de él no hay que defenderse sino que hay que entenderlo porque es fuente de toda vida, porque trae el agua, el agua dulce que también es fuente de cualquier potencial riqueza, recién entonces estaremos acomodados en nuestro territorio y seremos nosotros mismos. Ricos, blandos, casi siempre mansos pero violentos y desbordados cuando no se nos comprende. Como el río, porque somos eso, somos lo que él es capaz de producir y aún no comprendemos. Todos somos, como el territorio que habitamos.