lunes, 20 de diciembre de 2010

Filosofia de bar


La mentira y la verdad


Parece que los conceptos de mentira y verdad, están prejuiciosamente unidos a una cuestión moral. Es decir, ligados a los conceptos malo y bueno respectivamente. Sin embargo, vivimos una época donde, si bien se han mezclado (masificado, en realidad) culturas, estamos muy lejos de unificar criterios. Hay distintas éticas religiosas, políticas, sociales, económicas, en fin: culturales. Esto ha hecho que aquello que es bueno y/o verdadero para unos, sea malo y/o falso para otros. Desconociendo (en un acto de hipocresía masiva y consensuada) que muy a menudo todos usufructuamos lo bueno de la mentira y sufrimos lo malo de la verdad, sean estas cuales fueran. Aquí no importa si nos referimos a medios u objetivos. Algunos pueden coincidir en los últimos y diferir en los primeros o viceversa. Estos mismos conceptos morales han recaído sobre lo que es real o irreal. Pero frente a la convicción de que todo es posible, lo irreal ha comenzado a desaparecer (¿o lo real?). Así, se ha ido dificultando la “lectura” de la realidad (posiblemente, el último reducto para considerar verdadero a algo). Con esto lo que se ha estado “cayendo” es la posibilidad de afirmar con certeza.

Hasta hace relativamente poco tiempo, existía la verdad de la palabra escrita. La gente solía decir “yo lo leí” o “está escrito”, para dar prueba de la verdad de su palabra. Aún existen residuos de esta conducta. Por Ej. : en todo libro, apunte, monografía o ensayo, consta la bibliografía consultada con la ingenua pretensión de que esto verifique lo dicho. Aunque también allí (en la publicación de dicha bibliografía) se esconde una falta de compromiso con la palabra propia: Que la afirmación provenga de la palabra de otro, disminuye la responsabilidad al autor. Las certificaciones de cursos, postgrados y hasta los documentos que certifican un título profesional son todavía resabios (bastante ingenuos) de la verdad de la palabra escrita. Los contratos y aún las leyes (cuando no representan la verdadera norma establecida tácitamente por una comunidad) son la expresión que esta ingenuidad adopta todavía en el ámbito del derecho.

Por nuestros días también se empieza a deteriorar la verdad de la imagen. Aunque la mayoría de nosotros aún diga: “Yo lo vi” como prueba de la verdad de lo dicho, aquello que lo perceptivo tiene de subjetivo, empieza a hacer mella en la verdad de lo que se ha visto.

Afirmar que una imagen diga más que mil palabras, es una prueba que nuestra cultura viene dando de este proceso, donde lo que se deteriora es el antiguo límite entre la verdad y la mentira. Primero se deterioró la verdad de la palabra, a tal punto que llegaron a ser necesarias “más de mil”, para afirmar lo mismo que una imagen. Hoy se deteriora la verdad de la imagen (aunque esta etapa, requerirá aún mucho tiempo) y así resulta muy difícil afirmar cualquier cosa.

Aún cuando se pretenda fundamentar lo dicho o mostrado en realidades cotidianas, fácilmente verificables, todo está igual de sujeto a una duda. Preguntarse si esto o aquello es cierto o falso, todavía representa al prejuicio moral sobre lo que es bueno o malo.

Todo lo que aquí se diga, estará sujeto a la misma duda y dependerá del mismo prejuicio.

Y no será accidental.

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